Cuando
se habla de educación para la salud, educación sanitaria y formación de
recursos humanos en salud es fundamental reconocer que bajo toda práctica
educativa subyace un discurso teórico-epistémico, el de la propia noción de
educación, el de la noción de salud, el mismo ideal de ser humano y de sociedad
que se busca. De la forma como la institución educadora y el educador respondan
a preguntas sobre “¿para qué educamos?” y “¿cómo educamos?” dependerá la forma
como se configure el acto educativo, así como los roles que asuman todos los
actores del proceso.
En la
Educación para la Salud se realizan acciones con un enfoque de desarrollo
personal (centradas en el individuo) y otras de desarrollo social (dirigidas a
grupos y organizaciones comunitarias); cuando la educación para la salud
favorece el desarrollo de capacidades para el autodiagnóstico, el aprendizaje
permanente, la toma de decisiones –individuales o por consenso-, la
organización familiar o comunitaria, cuando favorece conocimientos en materia
de protección de la salud, prevención de riesgos y enfermedades y,
especialmente, saberes específicos en materia del ejercicio de los derechos para
su atención, podemos decir que es una educación para la salud que genera
empoderamiento y una educación para la vida.
Esto
implica que el educador para la salud no puede ser sólo un transmisor de información
ni un capacitador en temas especializados; se requiere que actúe como un
problematizador, como un facilitador de situaciones y de oportunidades para reflexionar,
para autocuestionar las actitudes y, especialmente, para construir saberes que
permitan a las personas transformar sus vidas y sus prácticas de cuidado de la
salud.
Por
otro lado, la llamada educación médica o educación en ciencias de la salud,
consiste en la formación de estudiantes de pre y posgrado dentro de campos
disciplinares que contribuyen a la investigación y la atención de la salud y la
enfermedad de las poblaciones. Al ser predominantemente una educación
universitaria ha estado dominada por el enfoque academicista del conocimiento y
el enfoque biologicista y patológico de la salud/enfermedad. La enseñanza médica
o de ciencias de la salud enfrenta también la difícil tarea de renovar sus objetos
de estudio, sus paradigmas pedagógicos y las propias actitudes personales de
los cuerpos docentes. En Salud Pública hemos asumido que la “Educación en Salud”
representa un campo multidisciplinar en el que se suman saberes de las ciencias
de la salud y la biomedicina, de las ciencias de la conducta, de las ciencias
de la educación y de las ciencias de la comunicación; esto ha implicado el
compromiso por desarrollar programas de estudio y prácticas educativas con una
visión más social e integral de la educación, la salud y el desarrollo humano;
también la búsqueda de modelos de enseñanza constructivistas, que favorezcan la
colaboración entre pares, el aprendizaje autónomo, la práctica profesional
situada en contextos significativos y de realidad. Una educación profesional reflexiva
y socialmente pertinente.
Ese
ideal de educación para la salud y educación en salud aún está lejos. Debemos
reconocer que la instrucción comunitaria en temas de salud, la asesoría
individual en consulta y la educación médica o en ciencias de la salud, se ha
caracterizado por el manejo dogmático del conocimiento, la verticalidad y
unidireccionalidad de la comunicación y por el uso de métodos de enseñanza
expositivos que fomentan el rol de receptor pasivo en el estudiante; ha sido por
mucho tiempo una enseñanza bancaria que aliena más que empoderar.
Por
ello resulta aún más necesario que en ambos ámbitos de acción –con la población
usuaria de los servicios y en la formación profesional de trabajadores de la
salud- se trabaje por lograr una educación saludable, que ayude a las personas
a reconocer y reflexionar su realidad, que les permita participar en su entorno
familiar y social con una mayor conciencia del origen de los problemas
relacionados con la salud, que les acompañe en el proceso de descubrir los
recursos informativos para cuidarse y cuidar de los demás, incluso que les
permita identificar aquellos factores negativos para el cuidado de la salud que
están determinados a un nivel superior a su propia voluntad y, finalmente, se
requiere de una educación saludable que favorezca condiciones para que las
personas tomen decisiones responsables e informadas para la transformación
positiva de su vida y su entorno.
Es
bajo esta lógica que surgió el nombre de este blog como “Educación saludable”,
pensando en las acciones educativas generadas con la población para la protección de su salud, así como en un estilo
de interacción educativa que hace falta en los espacios formales de preparación
del recurso humano en salud: una interacción educativa saludable que respete
las experiencias, los contextos y las perspectivas de las y los participantes,
que potencie su desarrollo humano, que estimule en ellos la cooperación… actos
educativos que no enfermen.